Teotihuacan. Pirámide del Sol (foto: Omar Bárcena)

HOMENAJE A MAGDA FRANK

NELLY PERAZZO

Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes.

I

 

El critico francés Nicolás Bourriaud señala, como uno de los caminos de los artistas de hoy, al arte radicante, término que designa a un organismo que hace  crecer sus raíces a medida que avanza.

 

Se pregunta ¿Y si la escultura  del siglo  XXI se inventara con esas obras cuyo proyecto es borrar su origen para favorecer una multiplicidad de arraigos simultáneos o sucesivos? Y más adelante afirma que el artista se transformó en el prototipo del viajero contemporáneo, en el  homo víator cuyo paso a través de los signos y de los formatos remite a una experiencia contemporánea de la movilidad, del desplazamiento, de la travesía.

 

Magda Frank no es del siglo XXI, su arte está profundamente arraigado en el siglo XX y siendo también una figura errante no subraya el tema de la precariedad y de la errancia a las que alude Bourriaud, sino se aferra, casi diríamos desesperadamente, a lo afirmativo, a lo monumental, a la búsqueda de preocupaciones similares a través del tiempo, a una base de sustentación, que la rescate justamente de esa condición radicante, a la que fue arrastrada por algunas de las grandes tragedias del siglo XX.

 

Nacida en Transilvania, formada en Budapest, los horrores de la guerra la llevaron a Francia y a Argentina fundamentalmente, sin que falten su beca en Nueva York, sus exposiciones en Tel Aviv, Yugoslavia (hoy Croacia) y San Pablo, así como innúmeras obras emplazadas en Francia, en Ajaccio (Córcega), entre otras a las cuales se refiere la profesora Magaz en especial. Porque Magda Frank no diseña para que otros lleven al gran tamaño sino que es ella misma la que ejecuta la obra del principio al fin.

Como ha escrito Marc Gaillard se la ve en lucha constante contra los elementos, la piedra por ejemplo, con la cual combate largo tiempo hasta dominarla, hasta amarla más luego de un triunfo que tuvo que pagar con el precio de un gran esfuerzo físico y del ejercicio constante de la voluntad y de la imaginación.

   

Magda Frank revindica, en su trabajo como escultora, poder dar la luz cada vez una pieza única, que ninguna máquina y ningún artesano pueda hacer, por más hábil que sea. Hasta el final de la tarea hay algo noble en ese trabajo de escultora tallando la piedra, una suerte de diálogo físico con la materia, diálogo que deja marcas, huellas de la mano a veces liviana y a veces torpe o cansada por el peso del martillo o de la punta de la herramienta.

 

Magda Frank. Auschwitz (c.1946). Tinta sobre papel.
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Porque a Magda Frank se le va la vida en cada obra.

Son ellas su razón de ser, de sobrevivir.

 

Necesita objetivar esa carga emocional en algo que justamente, dentro de la fugacidad total de tiempos y espacios, no se le vaya tan rápido de las manos, que pueda tocarlo, sentirlo, materializarlo, incorporándose a sus obras de manera total.

 

    Mi casa y mi taller están poblados de esculturas son las compañeras de mi vida. Miro hacia mi propio final con la cabeza erguida he dado a mis obras lo mejor de mi misma. (1964)

En un principio hizo escultura figurativa. En El hombre grande, portador de un trágico destino encuentra su culminación en la primera mitad de la década del 50. Después va a prevalecer, el consejo de su maestro Gimond de la Academie Jullien de Paris: La construcción geométrica es el esqueleto de una escultura. Es   a través de esta idea que se conecta con lo precolombino y otras formas del arte primitivo.

 

Así, a partir de 1957 deja de trabajar la arcilla para esculpir la madera, la piedra y el mármol.

 

Su problemática ya no va a ser geometrizar la figura humana sino construir la forma en su conexión con el vacío, tanto interno como externo, en sus interconexiones, en sus procindencias y sus oquedad

 

 

El crítico francés Jean Jacques Levêque ha señalado que la escultura de Magda Frank se sitúa en el punto en que se pasa de una escultura de representación a otra que tuviera su finalidad en la forma y en la investigación de esta forma, inaugurando una escultura que sea de entrada, ritmo. Señala también que ella había debutado bajo la influencia de Maillol, a través de su profesor en Budapest

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En efecto, ella se suma desde que se inició, a los escultores que buscan volúmenes afirmativos y plenos con superficies simplificadas, perfiles decididos que son los que dieron esplendor a los comienzos del siglo XX como Maillol, Bourdelle, Minne.

 

Pero en ella se funde también la avasallante importancia de Brancusi, el indudable padre del esencialismo estético del siglo XX, -según Renato Barilli- en su propuesta de dejar de lado la intervención exterior sobre los datos naturales para lograr un criterio de construcción regido por sus propias leyes. Y está en ella también la presencia de la rotunda monumentalidad de Henry Moore.

 

No tenía Magda Frank ninguna afinidad con otros artistas; como ella, emigrados del Este, como Antoine Pevsner y Gabo quienes adhirieron al uso de materiales nuevos, propios de la nueva era tecnológica y prefirieron a la rotunda plasticidad de los bloques macizos, la seducción de los volúmenes virtuales.

 

 

Si es por los desplazamientos, en el siglo XX son innumerables los artistas radicantes, como los llama Bourriaud: Magda Frank, Gabo, Pevsner, Kandinsky, Albers, Larionov, Gontcharova, Moholy Nagy, entre tantos otros, pero la actitud es por completo diferente. En este caso se trataba de artistas que buscaban un lugar de mayor libertad para trabajar, pero se desplazaban por razones personales, ellos llevaban su mundo consigo. Escribe Magda Frank:

 

…como una vagabunda sin familia, sin país, sin religión que no dejará de su vida sino algunas esculturas inertes, que no llorarán su pérdida.

 La errancia de los artistas de hoy  es por completo diferente, es una elección voluntaria, una forma de vida. Hacen de su divagar el tema de su trabajo. Su búsqueda se fundamenta en el desplazamiento.

 

Hay dos aspectos fundamentales que hay que considerar en la escultura de Magda Frank. El primero es su relación con lo primitivo, a lo cual se refiere más extensamente la profesora Corcuera y el otro es el de su monumentalidad.

 

Hay cantidad de escultores que volvieron sus ojos al arte primitivo. Las cabezas de Modigliani, la Puerta del beso o La columna infinita de Brancusi, las obras de Zadkine, de Archipenko, de Paolozzi, de Marino Marini, de Moore, de Giacometti, entre tantos otros, se ubican en un amplio espectro de registros diferentes, donde la frecuentación y/o reflexión sobre el arte primitivo fueron fundamentales

         

En Magda Frank se da un punto de intersección entre el buceo en el primitivismo y la monumentalidad. La idea de monumentalidad está vinculada al hecho conmemorativo, a la relación con la sociedad que le adjudica un contenido simbólico. Para el primitivo lo monumental es la posibilidad de objetivar su deseo de permanencia, de supervivencia.

Magda Frank es la mujer que escribe:

…cuantas veces rogaba a la muerte para que me libere de esta vida sin esperanza. Y después quise vivir. Yo deseo vivir.(23-03-1959)

La escultura le dio esa posibilidad de sustentación en un mundo que le había sido muy hostil. Para ella vivir iba a ser trabajar, esculpir desesperadamente, sin concesiones, golpe a golpe.

La mañana llega, salto de la cama y me apuro pues mi piedra me espera. Mis pensamientos, Mis sentimientos son para ella. Yo vivopara ella y en ella. (1976)

Frente a la crueldad, la muerte, la soledad, ella se aferra a su Yo soy escultora.

 
 

II

Entre su exposición individual en la Maison Internacionale de la Cité Universitaire de París en 1955 y su radicación en esa ciudad por largo tiempo en 1960, Magda Frank participò activamente en Buenos Aires de un cierto número de exposiciones que ponían en evidencia la importancia que había tomado la no-figuración en la Argentina.

 

La Asociación Arte Nuevo, que reunía en sus salones periódicamente a los pintores y escultores de esta orientación así como a arquitectos y fotógrafos modernos, convocó, en diciembre de 1957, a su III Salón., y entre los participantes figuraba Magda Frank. El año anterior había sido nombrada profesora en la Escuela de Bellas Artes y había recibido un reconocimiento en el Salón Rosario, provincia de Santa Fé. 

 

Entre otras actuaciones destaquemos el haber sido distinguida con la invitación, en 1959, a integrar el Premio Palanza convocado por la Academia Nacional de Bellas Artes de la Argentina y su participación en el Primer Salón de la ANFA (Agrupación de Arte No-Figurativo).

III

Es interesante detenerse en otros aspectos de la labor de Magda Frank: sus esculturas planas en madera policromada y sus dibujos.

 

Las primeras tienen relación con su frecuentación del arte primitivo, sobretodo americano. Son como estilizaciones en las cuales da rienda suelta a tensiones contradictorias. Por una parte, tienen estabilidad compositiva en cuanto al diseño y se apoyan fuertemente en la simetría, por otra, introduce sutiles variantes entre las dos partes que se unen en un eje central: ya sea un cambio de formato, un subrayado de las aristas con otro color, o frisos diferentes. Nunca la especularidad es rigurosa.

 

Conforman series de los Ángeles y los Arcángeles. El profesor de Estética de la Universidad de Madrid, José Jiménez ha escrito sobre la imagen artística del ángel en el mundo contemporáneo. 2 Me he referido al tema 3 rastreando la presencia del ángel en Blake, Gauguin, en Klee y los argentinos Norah Borges, Marcelo Bonevardi, Eduardo Medici, Oscar Curtino, Giancarlo Puppo.

 

Los ángeles y arcángeles de Magda Frank que ingresan a esa larga lista que comenzó en el país con los originales ángeles arcabuceros del Noroeste argentino del siglo XVII, son a veces rígidos como en las maderas policromadas, a veces airosos y plenos de gracias como en la escultura en piedra.

 

Se pregunta Jiménez: ¿Por qué tanta necesidad del ángel?

No cabe duda que es una imagen que ha perdurado por momentos culturales bien diferentes. Los ángeles de los artistas de hoy no ilustran una idea religiosa, pertenecen a un imaginario puramente personal.

 

IV

 


 

El otro aspecto de la obra de Magda Frank que nos interesa destacar son sus dibujos de extraordinaria riqueza. 

En la fase última de su operatividad se refugió como Matisse en el papel recortado. Por su rigidez, que los asemeja a escenografías primitivas podrían ser relacionados con sus investigaciones en el campo de la escultura.

 

Hay dibujos de diferentes tipos. Algunos trabajos de rostros o cuerpos podrían ser considerados de taller; como no están datados, salvo unos pocos en 1955, es muy difícil establecerlo.

 

Algunos son netamente dibujos de escultor por su sugerencia del volumen, otros abordan el trabajo en y sobre el plano.

La mayoría son en blanco y negro, pero los hay, y estupendos, en color. Como técnica podemos detectar, con cierto margen de acierto, tinta, grafito, lápiz graso, esponjeado.

De la misma manera que a veces lo hace en la escultura, utiliza texturas disímiles en la misma obra. Llama la atención la variedad de sus recursos como dibujante. A veces deja el contorno con el blanco del fondo, a veces mantiene la diferenciación de fondo y figura, otras invade totalmente la superficie del plano base en forma indiferenciada (all over).

Hay algunos dibujos vinculados a la arquitectura con vertiginosos efectos de perspectiva dados por las diagonales

En líneas generales se maneja Magda Frank en sus dibujos con mucha libertad. Sin duda alguna, tienen interés en sí mismos, independientemente de su excelencia como escultora.

Algunos de ellos, lamentablemente no fechados, con sus trazos nerviosos o arrastrados en distintos puntos de la superficie aluden al carácter trágico de sus propias vivencias. 

   No me gusta hablar de mi vida y sin embargo la expreso casi inconscientemente, en mis trabajos. Los miles de croquis que guardan los cajones de mi taller son apuntes cotidianos de mis pensamientos, sentimientos (…) Si se sabe leer, mis dibujos cuentan mucho más de mi de lo que yo podría expresar con palabra

 

V

 


 

Hay que destacar también que algunos documentos encontrados revelan cuán profundamente estudió el arte escultórico de Egipto, la Mesopotamia, Asia Menor, Persia, Grecia, el arte musulmán, el arte románico, el fin de la Edad Media, el Renacimiento, el arte de fines del Siglo XV en Francia, el arte monumental del siglo XVI en Francia, el arte oriental. Ha dibujado y señalado los detalles de los estamentos de las distintas obras. Ha dibujado cada tímpano de las catedrales de Moissac, Chartres, entre otras, el plano de la catedral de Toledo y de Bourges, de Toulouse, vistas laterales, los arcos.

Entre sus anotaciones aparece también el arte americano precolombino.

 

Estos escritos minuciosos, emanados en algunos casos de su experiencia, en otros de información a través de los libros, muestran la solidez de su formación y su entrega incondicional a la actividad a la cual había elegido dedicarse.

Muchas veces a conocer el curso de la vida de esta artista he recordado al extraordinario escritor húngaro Sandor Marai, quien, sobre todo en su novela autobiográfica Tierra, tierra se ha referido al sufrimiento de su pueblo. Escrita en el exilio, en ella toma la palabra como testigo directo de los padecimientos de la cultura húngara. Escribe Marai: Tenía que abandonar Hungría, sin condiciones, sin regateos, sin la esperanza de volver, era el momento de partir para siempre. Podrían ser palabras de Magda Frank.

 

A su regreso al país, críticos importantes se refirieron a su obra en sendos artículos4Por otra parte, en la Argentina, en el momento que llegó Magda Frank la colonia húngara era numerosa y muchos compatriotas habían llegado por los mismos motivos. 

 

Fue el caso del extraordinario dibujante Lajos Szalay quien ilustró un libro sobre El drama de Hungía editado por Delamerikal Magyarsag, el diario húngaro de Buenos Aires. En sus notas, Magda Frank escribe el 21 de enero de 1959 en Buenos Aires: 

 

Un signo de amistad…hoy lo necesitaría más que nunca. Tengo el corazón herido. ¿De donde tomar la fuerza para elevarme sobre tanta infamia? El cielo está oscuro y todavía caen gotas grandes, cuando la voz de un pájaro rompe la monotonía de la lluvia. Una voz de esperanza. El sol saldrá pronto.  

Nelly Perazzo

Miembro de Número de la

Academia Nacional de Bellas Artes


 

2 Jiménez José, El ángel caído. La imagen artística del ángel en el mundo contemporáneo. Ed.

Anagrama, Barcelona, 1982.

3 Perazzo Nelly, Encuentros con el ángel, En EOS Revista Argentina de Arte y Psicoanálisis, nº 3. Ed.

Fundación Banco Crédito Argentino, Buenos Aires, 1994.