Templo de Kukulcán en Chichén Itzá. Daniel Schwen / CC BY-SA-4.0

EN BÚSQUEDA DE UN AMANECER

Dra. Ruth Corcuera

Directora del Departamento de Antropología Cultural C.I.A.F.I.C.

Miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes.

Las obras de esta singular artista no pueden sino evocar en nosotros la figura de Jorge Luis Borges. Universos de libros, bibliotecas y museos. Buscadores de un mundo ideal, quizás escondido en sagas olvidadas o en culturas arcaicas, donde la idea de renacer alimentaba la aurora. En “Las ruinas circulares”, refiriéndose a su personaje, Borges escribía que el propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural: “…quería soñar un hombre; quería soñarlo con integridad  minuciosa e imponerlo a la realidad”…

EL ARTE ARCAICO

Sabemos que en la creación no sólo es decisivo aquello que el artista ve, sino cómo lo ve y con qué actitud: la mirada omite o añade. Conocemos que quien enfrenta una obra realiza aquello que es su realidad.

 

Magda descubre el arte arcaico en lecturas y en museos, primero en París y luego en Buenos Aires. Los datos que poseemos revelan su deslumbramiento al acercarse al Museo del Hombre de París, en cuya sede del Palais de Chaillot, en Trocadero, funcionaba la Sociedad de Americanistas: ejemplares del Journal de la Sociedad están entre los libros de su biblioteca que nos han llegado.

 

Museo del Hombre fue fundado en 1938 por Paul Rivet quien, para entonces, había conmocionado al mundo científico con sus teorías –que investigaciones posteriores han ido corroborando- acerca del poblamiento de América, al sostener que no sólo se trataba de un ingreso a través del estrecho de Bering, sino que éste había realizado en diferentes oleadas, especialmente desde el sudeste asiático y las islas del Pacífico. 

Hacia mediados del siglo XX, ya nadie ignoraba los trabajos de Laurette Séjourné, y el Museo del Hombre se había convertido en lo que podríamos llamar “un centro de discusión de temas americanos”, donde era habitual, entre otros,  la presencia de André Metraux, el gran etnógrafo suizo que trabajo en nuestras forestas. Estos investigadores, si bien trabajaban sobre áreas geográficas diferentes, se acercaban al aspecto filosófico del mundo americano. Pero era el arte mexicano que atraía la atención en los círculos europeos. México contó desde la conquista con excelentes cronistas, además de preciosos códices y, en cuanto a la gran cultura maya, su conocimiento se amplió con el desciframiento de la escritura. Todo ese corpus de información se atesoraba en los grandes museos, tanto de Europa como de Estados Unidos y en nuestras instituciones latinoamericanas se trataba de estar al día con estos conocimientos.

 

Magda Frank se impregnó en París de estos saberes, no solamente del arte occidental sino de las culturas que, décadas atrás, habían sido nueva fuente de interés de los grandes pintores y escultores, entre ellos Picasso, quien enriqueció el arte con una nueva mirada del mundo arcaico, mediterráneo y del arte africano.

 

El arte africano, que tuvo una influencia decisiva para los cubistas puesto que no buscaba ser sólo una expresión estética, sino que apelaba a ser eficiente frente al mundo de los dioses, a lo mítico.

 

El primer encuentro de Magda con las manifestaciones artísticas del continente americano fue el que tuvo en París con el arte de México. El antiguo arte mexicano está arraigado en lo que se ve a través del mito. El colibrí no es un simple pájaro de plumas tornasoladas, sino que bajo sus formas aparentes es lo que el mito hace de él. De ahí que se convierta en un símbolo de la resurrección, no importa cuánto concuerde con el modelo natural.

 

En el continente americano el arte arcaico ha sido observado desde diferentes ángulos. Quizás el primero es el conservadorismo; este hecho se ha señalado repetidamente. La persistencia de diseños que poseen carácter simbólico nos viene acompañando a través de milenios. Abi Warbourg, investigador del arte europeo de fines del siglo XIX, no pudo sino asombrarse de la continuidad de los diseños prehistóricos cuando visitó un pueblo indígena de América del Norte.

Convivían en la vida cotidiana de este pueblo tanto las viejas espirales y líneas quebradas –zigzag-, con dibujos y objetos que correspondían al momento en que Warbourg se encontró con ellos. Esos diseños de origen prehistórico son actualmente objeto de estudio, no sólo en la pintura rupestre de nuestra Patagonia, sino también en otros lugares de América.

 

Se señala que en el arte mesoamericano existe un autentico realismo artístico, puesto que si bien su realidad toma un sentido diverso del realismo helénico, el arte del México antiguo exhibe un notable realismo mítico. Su realidad era esa y no otra.

El mito gobernaba la vida e influía en todos los aspectos de lo cotidiano. Para el hombre de estas sociedades arcaicas, el mito es la realidad que forma e informa la vida, su pensamiento, su conciencia y también su subconsciente. Gracias al mito los hombres comprendían el cosmos y su posición en él; con el rito, así fuese de suma crueldad, mantenían el orden cósmico. Se recuerda que las madres lloraban la partida de sus hijos jóvenes para la Guerra Florida; el joven ornamentado como un dios iba a ofrecer, con su corazón, la posibilidad de que la comunidad se beneficiase con las lluvias. Desde esa oscuridad se renovaba un ciclo del cual llegaría la luz…

                             

Guerreros Aztecas en el Códice Mendoza.
Colcha del noroeste argentino con diseño similar a los de la pintura rupestre de Patagonia. Siglo XX.

Las altas culturas del continente presentan notables similitudes. En estas culturas prehispánicas de América del Sur, especialmente en sus inicios, que denominamos período Formativo o Arcaico, el mundo era representado en su horizontalidad por una división cuatripartita y en su verticalidad, en tres planos, en los cuales se desenvolvería nuestra vida material y espiritual. Estos planos, en el mundo andino, poseen estos nombres: Uku Pacha, el plano inferior, que corresponde a los antepasados y a aquellos que van a nacer; Kai Pacha, el mundo de los vivos, y por último, Hanan Pacha, que corresponde al mundo de arriba. En nuestras antiguas culturas americanas, y esto se ve claramente en aquello que se recogió del pensamiento mexicano, para el cual la vida terrena es perecedera, pero la energía vital es indestructible. Por lo tanto, ella no puede acabarse ni desaparecer. Lo corpóreo es sólo apariencia y se transforma así en lo eterno.

De allí que la vida del hombre sea parte de un camino. Así lo leemos en la poesía nahuatl: 

  ” Sólo venimos a dormir, sólo venimos a soñar,       

no es verdad, no es verdad

que venimos a vivir en la tierra.” (1)

Bernardino de Sahagún, fraile franciscano que dejó una maravillosa crónica de México, y explicaba en ella que los antiguos decían que cuando morían los hombres no perecían, sino que de nuevo comenzaban a vivir, que se volvían en espíritus o dioses.

 

Creemos que nuestra artista, Magda Frank, se centró fundamentalmente en el arte de Teotihuacán. Sabemos que hay diferentes estilos dentro de la gran área de las culturas nucleares centroamericanas. El mexicano Alfonso Caso distingue el “realismo del arte azteca”, al “realismo impresionista tarasco”, o al “abstraccionismo tolteca” y un arte espiritualizado de Teotihuacán, que tiene sus aspectos más sangrientos cuando domina una fuerte teocracia. Pero Teotihuacan es considerado el centro de la espiritualidad dentro de ese universo de creencias.

Observando la dualidad

       

 Recordemos que para Séjourné, la metrópoli de los dioses, como se da en llamar a Teotihuacán,  no era otra cosa que el sitio donde la serpiente aprendía milagrosamente a volar, es decir, donde el individuo alcanza la categoría de ser celeste, por elevación interior.

 

Laurette Séjourné también señaló aquello que la arqueología por entonces había comprobado, y es que diferentes estilizaciones de la serpiente eran comunes a todo el continente americano (2). Ya sea una greca escalonada, un motivo en forma de S, o el entrelazamiento de dos cuerpos de reptil, todos captan la representación de su movimiento. A la serpiente siempre se le atribuye una función generadora y, en lo que hace a su figuración realista, en posición erecta ilustra el pensamiento de ciertos poemas náhuatl sobre la verticalidad de lo humano. En sentido literal, Quetzalcoatl significa pájaro con rasgos de serpiente, pues mientras el reptil tiende a subir al cielo, el pájaro aspira a alcanzar la tierra, lo que parece indicar que el movimiento es concebido como ascensión y descenso, luz y sombra. El mensaje de Quetzalcoatl consiste en resolver el problema de la dualidad de la naturaleza humana.

 

 

 La obra de Magda Frank revela cuanto la conmovió las expresiones plásticas que hacen referencia a la dualidad. Esa dualidad del mundo americano esta presente tanto en Mesoamérica como en los Andes. Seguramente fue aquello que la llevó a manifestar que el arte precolombino es cercano al arte abstracto y surrealista contemporáneo, porque son creaciones puras, que surgieron de la fantasía humana y no de la imitación de los objetos existentes en el mundo exterior, como el arte clásico europeo, una causa más para que nos acerquemos al arte antiguo de esta tierra”.

 

Para Germain Bazin, el tema de la unidad – dualidad humana es persistente en el arte y donde mejor se manifestaba es en los tiempos prehistóricos (3). Incluso este autor hace arrancar de aquellos tiempos, lo rectilíneo y lo curvilíneo, asociándolo a las expresiones musicales y vinculando lo curvilíneo con lo melódico y lo rectilíneo con lo rítmico. Esta señalaciones nos llevan a confirmar que se vivía en un tiempo mítico, un tiempo sagrado en que todo lo que hoy llamamos arte se encontraba unificado.

 La mayoría de las esculturas de Magda Frank aluden al dualismo. Así, si tomamos como referencia una de sus obras, Ritmo octogonal -escultura en madera de 1964-, no sólo advertimos una búsqueda de un lenguaje plástico personal y contemporáneo, sino el eco de ritmos ancestrales. Su obra remite al universo precolombino en lo que hace a lo más profundo de su simbología. La verticalidad es un perfil predominante y, si retomamos lo dicho por Séjourné, estamos frente a un rasgo esencialmente humano que subraya el legado teotihucano. Las figuras de garfios, omnipresentes en las pirámides escalonadas, también están en la obra de Frank, del mismo modo que las hallamos en la cultura precolombina de toda América. De allí que recordemos al arqueólogo del mundo andino, John Rowe, cuando expresaba que un simple garfio o colmillo tenía un fuerte poder de evocación para quien lo mirase, porque el observador conocía el relato, ese diseño estaba asociado a la tradición oral. La síntesis de la idea está presente en una parte del todo; este principio, establecido también para la tradición andina y asociado a todo el universo americano es ineludible en la obra de Magda Frank.

El CULTO A LA ASCENCIÓN

En los Andes, las aves multicolores no sólo poblaban muchos de sus espacios, sino que acompañaron, según narra Cieza de León en su crónica, a Huayna Capac y Tupac Inka Yupanqui en su recorrido por toda la costa. Si bien cada cultura elabora sus códigos estéticos, el simbolismo de los adornos plumarios es más amplio aún, pues la ornamentación del cuerpo da a los individuos estatus de humanidad, diferenciándolos de los seres vivos que habitan la selva y distinguiéndolos también de otros grupos indígenas. La realización de estos objetos implica para quien los elabora una intencionalidad estética y un profundo conocimiento del significado simbólico que posee cada pluma, cada color, cada parte de ese tocado que será portado exclusivamente en ocasiones determinadas (4).

 

Por alguna razón que desconocemos, Magda Frank también nos ofrece un relato similar a un mito de la creación, donde los pájaros están fuertemente presentes. Ella lo narra así: “Hace mucho tiempo… cuando el paraíso estaba en la tierra, y los hombres vivían en otros planetas, los árboles caminaban como tú y yo. Eran los hijos queridos del sol y de la tierra. Por la mañana, después de elevar sus sonrisas hacia el sol, bajaban en largas filas hacia la rivera. Los pájaros de todos los colores los acompañaban en su camino. Cuando se escondía el sol, los árboles se dispersaban sobre la planicie, hospedando a los pájaros para hacer sus sueños livianos. Un día de primavera, cuando se abrían las flores, se reunieron en el campo inmenso y, aprovechando una brisa que pasaba, dieron un pequeño salto, alejándose de la tierra. La tierra aceptó el juego y los depositó sobre una nube, en la que ellos se balancearon, como los ángeles en nuestros sueños. Pero entonces llegó de lejos el viento glaciar, enemigo del sol y de la tierra. Sin dudar, los hizo penar con sus dientes feroces  y rayos de fuego, rompiendo sus ramas y flores. Los troncos inertes cayeron sobre la tierra, que abrió su pecho para guardar en él sus pequeños desechos. El sol escondió su cara para que no se vieran sus lágrimas. Los pájaros bajaron sus cabezas en el polvo, sus quejas desesperantes resonaban en el mundo desierto. El sol, conmovido de tanta tristeza, fue con su calor eterno a acariciar la tierra, y los árboles renacieron de su madre, que nunca más los dejó alejarse de ella”.

 La simbología del arte plumario es hoy, para nosotros, mayoritariamente ajena y, por lo tanto, un mero hecho estético. De allí que un etnógrafo como André Metraux haya sostenido que el mito es para la humanidad primitiva la expresión de sus representaciones místicas, el producto concreto de su propia mentalidad. Para poder comprenderlo en su sentido y significado tendríamos que pensar de manera análoga a ellos y abstraernos de todas nuestras costumbres intelectuales (5). En el mismo sentido, Magda Frank ha expresado que:si a toda obra de arte plástica le quitan la historia y la filosofía que ella cuenta, podrá ser admirada nada más que como un objeto decorativo. Una creación de arte plástica debe encerrar en si misma su época y su historia, las que trasmite a través de sus formas, sus colores, sus ritmos, por elementos visuales y no por palabras escritas o habladas. A través de alguien que la mira atentamente captando el mensaje del artista”.

 

     Este pensamiento de Magda Frank coincide con ciertas expresiones de André Malraux, cuando manifiesta que el valor del arte moderno no nos llega de la representación sino de la poesía, de la música y la novela, que nace de lo atemporal. “Porque lo atemporal es nuestra forma precaria de renacer siempre”(6). Malraux explica de este modo la adhesión de los artistas cubistas al arte negro y al arte arcaico en general, en tanto manifestaciones que se encuentran más allá de lo cronológico. El siglo XX fue un siglo de búsquedas… Viejos temores acerca del destino del hombre…..  y en algunos artistas, una íntima rebelión que se hace evidente en el deseo con un reencuentro de los orígenes, como expresaba Gauguin .

 

     Fue precisamente Gauguin quien dio inicio a la presencia de América en el arte europeo, pues hasta entonces sólo se había considerado lo que acontecía en el continente. Gauguin, quizá por ser nieto de Flora Tristán(7) y haber vivido con su madre en Perú hasta los nueve años, realizó su propio retrato en cerámica de manera análoga a los vasos-retratos mochicas (8). Este llamado “nuevo primitivismo” influenció a muchos artistas, quienes se documentaban en los museos o en las colecciones particulares. Sin embargo, el arte precolombino les resultaba hierático y monumental, y por eso tuvo mayor influencia en la escultura. En la década de 1940, el nazismo consideró las esculturas primitivas, así como todo arte inspirado en ellas, enemigos de su sistema. Ejemplo de ello es el gran rechazo del régimen totalitario hacia la obra de Picasso. Indudablemente, también para Magda Frank, fue este arte una forma contestataria. Quizá por eso, refiriéndose a sus esculturas, ha dicho que deben acusar, sacudir la conciencia humana, frenar el deseo de la destrucción que es el sentimiento más fuerte en algunas personas”.

 

 

   En Magda Frank parece haber estado siempre presente la búsqueda de la inocencia del estado original. Su constante evocación de la infancia, de los cuentos, las muñecas mismas, el placer que le produce trabajar con la arcilla, uno de los primeros materiales con el cual el hombre comenzó su actividad creativa, todo parece haber ido llevándola hacia el arte precolombino. Magda Frank confesó: En el fondo, yo soy de Transilvania, y de niña he visto tallar pequeñas esculturas con cortaplumas. Tomo cada tarde esos trozos de madera, los pulo y los coloreo con tinta. Se multiplican, los llamo ‘mis muñecas’. La niñez y lo lúdico están directamente asociados con el deseo de recuperar la candidez original, del tiempo pretérito, sin las nubes del mal. Las culturas precolombinas, con su concepto cíclico del tiempo y la idea de la búsqueda de un plano aún más alto, es decir “el último estadio del Hanan Pacha”, ofrecen la posibilidad de aproximarse al encuentro de un buscado amanecer.

 

   En Magda Frank parece haber estado siempre presente la búsqueda de la inocencia del estado original. Su constante evocación de la infancia, de los cuentos, las muñecas mismas, el placer que le produce trabajar con la arcilla, uno de los primeros materiales con el cual el hombre comenzó su actividad creativa, todo parece haber ido llevándola hacia el arte precolombino. Magda Frank confesó: En el fondo, yo soy de Transilvania, y de niña he visto tallar pequeñas.

 

   La idea de amanecer está asociada no sólo con la luz del sol, sino con el cantar de los pájaros. La fuerte presencia de alas en la obra de Frank se manifiesta aún antes de su aproximación al mundo precolombino; este símbolo de espiritualidad será una constante en su obra. En el mundo americano, el pájaro serpiente del que habla Séjourné no está alejado de todo un universo de representaciones. Los ricos tocados de plumas que asombraron a Durero en 1520, llevándolo a decir “que nada había visto a lo largo de su vida que hubiese alegrado tanto su corazón”, también los hallamos en los pueblos amazónicos. Tanto Paul Rivet como Lévi-Strauss anticiparon algunas de las teorías que hoy estamos revisando y que sostienen que existieron antiguas conexiones entre las diversas culturas precolombinas. El arte plumario, en sus diferentes manifestaciones, aparece en todo el continente y esto no es casual. Está irremisiblemente unido a la atracción de los hombres por los pájaros y a su aspiración de alcanzar el cielo, de elevarse de la materialidad. Esto que subyace en toda civilización está presente en Magda Frank cuando expresa que “La tradición está formada por minúsculos eslabones de una larga cadena: la civilización humana. La escultura es, probablemente, la más antigua expresión inalterable de la humanidad”. 

 

   En Magda Frank parece haber estado siempre presente la búsqueda de la inocencia del estado original. Su constante evocación de la infancia, de los cuentos, las muñecas mismas, el placer que le produce trabajar con la arcilla, uno de los primeros materiales con el cual el hombre comenzó su actividad creativa, todo parece haber ido llevándola hacia el arte precolombino. Magda Frank confesó: En el fondo, yo soy de Transilvania, y de niña he visto tallar pequeñas esculturas con cortaplumas. Tomo cada tarde esos trozos de madera, los pulo y los coloreo con tinta. Se multiplican, los llamo ‘mis muñecas’. La niñez y lo lúdico están directamente asociados con el deseo de recuperar la candidez original, del tiempo pretérito, sin las nubes del mal. Las culturas precolombinas, con su concepto cíclico del tiempo y la idea de la búsqueda de un plano aún más alto, es decir “el último estadio del Hanan Pacha”, ofrecen la posibilidad de aproximarse al encuentro de un buscado amanecer.

 

En Magda Frank parece haber estado siempre presente la búsqueda de la inocencia del estado original. Su constante evocación de la infancia, de los cuentos, las muñecas mismas, el placer que le produce trabajar con la arcilla, uno de los primeros materiales con el cual el hombre comenzó su actividad creativa, todo parece haber ido llevándola hacia el arte precolombino. Magda Frank confesó: En el fondo, yo soy de Transilvania, y de niña he visto tallar pequeñas.

 

La idea de amanecer está asociada no sólo con la luz del sol, sino con el cantar de los pájaros. La fuerte presencia de alas en la obra de Frank se manifiesta aún antes de su aproximación al mundo precolombino; este símbolo de espiritualidad será una constante en su obra. En el mundo americano, el pájaro serpiente del que habla Séjourné no está alejado de todo un universo de representaciones. Los ricos tocados de plumas que asombraron a Durero en 1520, llevándolo a decir “que nada había visto a lo largo de su vida que hubiese alegrado tanto su corazón”, también los hallamos en los pueblos amazónicos. Tanto Paul Rivet como Lévi-Strauss anticiparon algunas de las teorías que hoy estamos revisando y que sostienen que existieron antiguas conexiones entre las diversas culturas precolombinas. El arte plumario, en sus diferentes manifestaciones, aparece en todo el continente y esto no es casual. Está irremisiblemente unido a la atracción de los hombres por los pájaros y a su aspiración de alcanzar el cielo, de elevarse de la materialidad. Esto que subyace en toda civilización está presente en Magda Frank cuando expresa que “La tradición está formada por minúsculos eslabones de una larga cadena: la civilización humana. La escultura es, probablemente, la más antigua expresión inalterable de la humanidad”. 

 

 

LA BANALIDAD DEL MAL

 No sería aventurado pensar que Magda Frank encuentra en el arte precolombino una posible alternativa frente al horror del Holocausto, perdió a toda su familia y esa vivencia queda signada en la ausencia definitiva de su hermano Bela, a quien evoca en sus escritos y a quien vuelve a dar vida con su obra. Como bien sostiene Burucúa, en la antigüedad la aniquilación masiva se utilizaba como hecho para legitimar el poder del soberano sobre sus súbditos, como estrategia de dominación. Al referirse a la masacre de los habitantes de la isla de Melos durante la guerra del Peloponeso, Burucúa nos dice que “la narración de los hechos la hace un ateniense que pertenece al partido de los perpetradores y él mismo se encuentra ante esa dificultad. No puede dar razón”[9]. El mal aparece en algunos momentos de la sociedad humana como un hecho banal, sin ningún sentido.

 

   De acuerdo con esto, se hace evidente que nuestra artista se enfrenta con lo irracional, con lo que todo lo arrasa, hasta la esperanza misma. Sin embargo, ella cree haber encontrado en las formas arcaicas un nuevo amanecer. Algo que parece no estar muy alejado de lo que Ana Arendt manifestó al decir: “Los tiempos de oscuridad en el sentido más amplio que aquí propongo, no son iguales a las monstruosidades de este siglo, que de hecho constituyen una horrible novedad. (…) Aún en los tiempos más oscuros tenemos el derecho a esperar cierta iluminación, y que dicha iluminación puede provenir menos de las teorías y conceptos que de la luz incierta, titilante y a menudo débil que algunos hombres y mujeres reflejarán en sus trabajos y sus vidas bajo casi cualquier circunstancia y sobre la época que les tocó vivir en la tierra (…) Ojos tan acostumbrados a la oscuridad como los nuestros apenas podrán distinguir si su luz fue la luz de una vela o la de un sol brillante” [10].

 

 

      “Mis esculturas más antiguas datan de los primeros años de posguerra. Sobreviviendo a la catástrofe me invadió un fuerte deseo de gozar la vida. Se manifestó en los dibujos y esculturas de esta época, que representan figuras femeninas de formas onduladas, sensuales”. Con estas palabras, Magda Frank comienza su reconciliación con la vida, en el sentido más profundo del término “religare”, la reconciliación con los otros, con el mundo. Si pensamos en Derrida y sus reflexiones acerca de lo que implica “religare”, pensamos en su elección hacia el retorno primitivo y arcaico. Nuestra artista misma, en este sentido ha manifestado:En los últimos años hice varias obras policromadas con espíritu alegre, tal vez sea ésta mi reconciliación con la tragedia humana”. 

 

MAGDA EN EL SUR

   Hacia la mitad del siglo XX, Magda llega a Buenos Aires y al poco tiempo adopta la ciudadanía argentina. Entre sus recuerdos encontramos algunos catálogos y dibujos que denotan sus visitas al Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti, de la Universidad de Buenos Aires. No cabe duda que si bien no pudo viajar al mundo andino, como era su deseo, su obra se vio influida por este nuevo ambiente. En este museo siempre estuvieron presentes las dos estelas que pueden haber despertado su idea del ave como tema espiritual. Ellas son: la estela de Chavin en el Perú y las figuras de las Puertas del Sol de Tiahuanaco.

 

    Ambas estelas, separadas por centurias, aluden al tema del hombre–felino–ave y, por supuesto, a la ascensión espiritual. Esta artista posiblemente reencontró aquí aquello que la había deslumbrado en México.

    El antropólogo Frank Boas ha sido uno de los que ha señalado con mayor claridad las características de estas antiguas expresiones dentro del arte del mundo andino. Con respecto al tejido, Boas expresaba que el ritmo de los textiles americanos se basaba en reiteración y alternancia simétrica. Luego mostraba cómo evitaban la monotonía por medio de la rotación de motivos y colores. Otros investigadores han señalado, para otras culturas arcaicas, la reiteración como parte de un ritmo unido a la vida sagrada, es decir, a la plegaria.

 

   Dentro de los estudios llevados a cabo en Argentina, que probablemente Magda Frank conoció cuando visitaba el Museo Etnográfico, se encontraban las investigaciones que habían realizado Juan B. Ambrosetti, Debenedetti y, para la mitad del siglo XX, el Dr. José Imbelloni.

 Cerámica del Nor Oeste Argentino,  Colección  Ministerio de relaciones exteriores y culto
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En esos años de la década de 1950, la presencia del material amazónico tomaba nuevo vigor. Los trabajos de los etnógrafos Enrique Palavecino y su esposa Delia Millán se centraban en la zona chaqueña. La foresta no estaba tan lejos (12). 

El Museo Etnográfico poseía ya colecciones de plumarios de la zona amazónica. Especialmente de los Chamacocos, grupo tribal geográficamente situado entre Brasil, Paraguay y Argentina.

Uno de los temas que más ha llamado la atención de antropólogos y etnógrafos en estos últimos tiempos es la relación entre la cosmovisión de los pueblos amazónicos y el Ara. Como señala Rubén Reina en The Gift of Birds, este culto a las aves posee en la cultura bororo la más vivida representación. El trabajo de la investigadora Elizabeth Netto Calil Zarur nos hace conocer el diagrama ideal de una aldea bororo. Coincide con el viejo tema americano de la división del mundo en cuatro partes y la dualidad humana. En la aldea bororo, los diversos grupos están asociados de acuerdo con los colores de plumajes de aves. El rojo se encuentra ligado con el sol, la fertilidad y la mujer, mientras que el negro se asocia al hombre, los ancestros, la oscuridad y la noche.

 

 

…..”Los bororo creen que todas las cosas físicas poseen “alma”, llamada “aroe”, palabra etimológicamente derivada de “aro”: que significa pluma o algo tan liviano como pluma (espíritu o fantasma); esta palabra es también es usada para describir un plumaje chico y fino. Los Bororo explican el significado de “aroe” como alma”, palabra portuguesa de “espíritu”, de concepto Cristiano” (13)

 

    Para los bororo, “Aroe” es el espíritu inmortal de todas las cosas y seres vivos. Los ancestros y los héroes de la cultura bororo, viviendo en la “aldea de los muertos” son “Aroe”[14]. Cuando un bororo moría, se lo envolvía en una piel de jaguar y, entre sus últimas pertenencias, se encontraba la infaltable corona de plumas, evocadora del “Aroe”.

     Sabemos que en el estado incaico, como en México, existían numerosos especialistas en arte plumario. En tiempos actuales, en las aldeas amazónicas, encontramos aún testimonio de ello y podemos vislumbrar ese instante mágico de la creación de un ornamento plumario a través de un relato de Ticio Escobar:

 

      “Es la siesta blanca y vertical del Chaco (…) En cuclillas, el indígena no rompe el hechizo que ha paralizado el palmar y la aldea; sus manos callosas se mueven apenas en torno a una breve red tendida desde una vara de algarrobo. (…) Con un gesto rapidísimo, de pronto alarga la mano hasta el cuero de un loro que, con todas sus plumas puestas, está clavado a sus pies en una estaca cruzada. Arranca un manojo de plumones verdes que pasa a insertar; pieza por pieza (…) Termina la hilera verde y comienza la amarilla (…). Como un prestidigitador, hace aparecer en la mano izquierda un puñado de plumitas negras de chopí”[15].

 

    Esta práctica de la selva adquiere aspectos mitológicos cuando se trata de las plumas del arara, nombre con que se denomina a sí mismo un pueblo guacamayo. Estas plumas están presentes en su relato mítico de origen, ya que allí se narra una antigua disputa entre el cielo y el agua, siendo los guacamayos quienes llevaron a algunos hombres al cielo y se transformaron en estrellas, mientras que otros quedaron atrapados en la selva. Hoy nos encontramos tratando de recorrer los caminos sagrados.

 

Hacia la mitad del siglo XX, Magda llega a Buenos Aires y al poco tiempo adopta la ciudadanía argentina. Entre sus recuerdos encontramos algunos catálogos y dibujos que denotan sus visitas al Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti, de la Universidad de Buenos Aires. No cabe duda que si bien no pudo viajar al mundo andino, como era su deseo, su obra se vio influida por este nuevo ambiente. En este museo siempre estuvieron presentes las dos estelas que pueden haber despertado su idea del ave como tema espiritual. Ellas son: la estela de Chavin en el Perú y las figuras de las Puertas del Sol de Tiahuanaco.

LOS CAMINOS SAGRADOS

La temática principal del arte del noroeste argentino es la simbiosis entre las figuras del chamán y el jaguar, si bien existen algunos otros temas como serpientes, camélidos, aves y murciélagos. En sociedades como las andinas, donde el sentido de sacralidad es tan central y fundante, el poder terrenal no depende solamente de la fuerza y de la capacidad para lograr imponerse sobre los demás, sino de la sabiduría para articular la relación entre el cielo y la tierra, y sostener ese equilibrio en beneficio de la comunidad. Por esta razón, en lo andino, el poder y lo sagrado son dos condiciones próximas[16].

 

    Hacia medidos de la década de 1950, dibujos de Magda nos demuestran la importancia que para ella poseía el tema de los ángeles, antiguo tema que no desdeña el período post conquista. Demostración de ello es el notable mapa de “El Paraíso” de León Pinelo (1596-1660). En su libro, El Paraíso en el Nuevo Mundo, coloca al Edén en la selva amazónica, entre Perú, Bolivia y Brasil[17].

 
Estatuilla de Loro Huasi, cumbres andinas. Dirección de Antropología Provincia de Catamarca, Argentina

 Los pueblos guaraníes -como ya hemos visto- tenían en su mitología, como meta final, ese mundo celeste: la Tierra sin Mal. El continente sudamericano albergaría el Edén, ese lugar paradisíaco para los hombres que durante centurias creyeron en él.

 

No sólo el mito de la riqueza material fue lo que alimentó la leyenda del Paititi, para algunos hombres era la posibilidad de recobrar una profunda reconciliación y, con ello, la sabiduría perdida o escondida. Quizás persista como los viejos diseños que atravesaron milenios y que asombro a Warburg.

 

Toda la obra de Magda Frank evidencia la búsqueda por la recuperación de los orígenes, de lo humano más profundo. Algo similar es lo que expresó Claude Lévi-Strauss al referirse a los nambiquara, tribu amazónica de cazadores errantes. En esos indios despojados se adivinaba una inmensa gentileza: algo así como la expresión más conmovedora y más verídica de la ternura humana”[18]. No se trata de una simple añoranza, sino de una exhortación, como quería Magda que fuese su obra, puesto que Lévi-Strauss declaró: La edad de oro que una ciega superstición había ubicado detrás (o delante) de nosotros, está en nosotros”[19]. Un sentimiento similar al que animó a esta artista cuando, refiriéndose al arte precolombino, expresó que “es el alma de este continente y es lo que tenemos que hacer renacer. A esa alma antigua tenemos que darle una forma contemporánea”.

 

 

Los avances de la arqueología y de la etnografía nos permiten hoy seguir los caminos sagrados. Durante milenios, las tres regiones geográficas de América del Sur: costa, sierra y forestas, estuvieron conectadas. El centro sur andino fue vinculado por las caravanas de llameros, lo que ha sido corroborado por el hallazgo de elementos comunes en las costas atlánticas, en ofrendas de las altas montañas o en el Pacifico. En todos estos circuitos, la búsqueda de espiritualidad, motivo recurrente de Magda Frank, se nos hace evidente. Las investigaciones acerca de chamanismo han ampliado nuestros conocimientos. El camino sagrado llega hasta el arte del noroeste argentino.

Toda la obra de Magda Frank evidencia la búsqueda por la recuperación de los orígenes, de lo humano más profundo. Algo similar es lo que expresó Claude Lévi-Strauss al referirse a los nambiquara, tribu amazónica de cazadores errantes. En esos indios despojados se adivinaba una inmensa gentileza: algo así como la expresión más conmovedora y más verídica de la ternura humana”[18]. No se trata de una simple añoranza, sino de una exhortación, como quería Magda que fuese su obra, puesto que Lévi-Strauss declaró: La edad de oro que una ciega superstición había ubicado detrás (o delante) de nosotros, está en nosotros”[19]. Un sentimiento similar al que animó a esta artista cuando, refiriéndose al arte precolombino, expresó que “es el alma de este continente y es lo que tenemos que hacer renacer. A esa alma antigua tenemos que darle una forma contemporánea”.

 

[1] Traducción de Angel MaríaGaribay K., en: WESTHEIN Paul, Ideas fundamentales del arte prehispánico en México, Ed. Era, México,1972, pp. 62.


 

[2] Cfr. SEJOURNE Laurette, América latina. Antiguas culturas precolombinas, Historia Universal Siglo XXI, España, 1972.


 

[3] BAZIN Germain, El telar del arte, Argos, Barcelona, 1963.


 

[4] Cfr. MORDO Carlos, Las culturas verdes. Arte plumario de los pueblos de la selva, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 2005.


 

[5] Cfr. METRAUX André, De Suiza a Sudamérica. Etnologías de André Metraux, Museo de Etnografía de Ginebra, Ginebra, 1998.


 

[6] Cfr. MALRAUX André, L’Intemporel, Gallimard, París, 1976


 

[7] Autora de Peregrinaje de una paria. Activista política que emigró de Francia a América a mediados del siglo XIX


 

[8] Cfr. ROJAS MIX Miguel, América imaginaria, Ed. Lumen, Buenos Aires, 1992.


 

[9] BURUCUA José Emilio, “Contar la masacre”, entrevista realizada por Hugo Montero, Nómada 12, agosto de 2007.


 

[10] ARENDT Ana, Hombres en tiempos de oscuridad, Gedisa, Barcelona, 1992, pp.11.


 

[12] En las últimas décadas se han profundizado los trabajos acerca de nuestro arte; recordemos entre otros a las figuras de Alberto Rex González, Juan Schobinger, José Pérez Gollán y A. Llamazares–Martínez Sarasola. La etnografía y otras ciencias colaboran para el mejor conocimiento de aquellos temas que han inspirado a Magda Frank.


 

[13]CAIUBY NOVAES Sylvia. “Plaits, Gourds and jaguar skins in bororo funeral towards an understanding of the bororo notion of person”, Departamento de Antropología, Universidad de Sao Paulo, Brasil, 1986, p. 27-36.


 

[14] REINA Rubén, The Gift of Birds, University Museum of Archaeology and Anthropology, Uniersity of Pennsylvania, Philadelphia, 1991, pp. 29.


 

[15] ESCOBAR Ticio, “La belleza de los otros: arte indígena del Paraguay”, en: Las culturas verdes. Arte plumario de los pueblos de la selva, Ctro Cultural Recoleta, Bs.As., 2005, pp. 49-50.


 

[16] Cfr. LLAMAZARES Ana M. y MARTINEZ SARASOLA Carlos, “Reflejos de la cosmovisión originaria. Arte indígena y chamanismo en el noroeste andino prehispánico”, en: GORETTI Matteo (ed.), Tesoros precolombinos del noroeste argentino, Fundación Ceppa, 2006, pp. 63-98.


 

[17] Este autor de la primera bibliografía del Nuevo Mundo, titulada Epítome de la biblioteca oriental y occidental y publicada en 1629, era judío perteneciente a una familia de conversos. Nació en Valladolid, estudió en las universidades de Chuquisaca y Lima. Llega a América en 1604 siendo niño, con su padre, constantemente acosado por la Inquisición. Pasa los primeros años en Tucumán. De allí, la familia se traslada a Chuquisaca y en el año de 1612, a Lima, donde Antonio se doctoró.


 

[18] LÉVI-STRAUSS Claude, Tristes trópicos, Eudeba, Buenos Aires, 1970, pp. 290.


 

[19] Op.cit. pp. 395


EL CASTILLO. Chichen Itza, Yucatán Mexico